Como
en casi todos los órdenes de la cultura popular: en música, en literatura y
también en cocina, aquello que empieza de una manera, a lo largo del tiempo, va
sufriendo diversas transformaciones, hasta convertirse en algo completamente
diferente, aunque ni mejor ni peor. ¿Cuántas versiones pueden existir de un
mismo cuento popular? Muchas veces este hecho se produce inconscientemente,
pues una receta va pasando de boca a boca hasta que en la cuarta o quinta mano
que la elabora, se ha convertido en algo casi irreconocible para la persona que
la había realizado originalmente. Otras veces, ni siquiera son necesarios
tantos eslabones, pues al primer intento de cualquier cocinillas, con o sin
talento, bien sea por acción u omisión, se convertirá en algo parecido pero no
igual. Esto es lo que comúnmente se llama creatividad. Y he aquí el duende del
cocinero para ser capaz de sacar a la mesa un producto elaborado que genere
como respuesta un Ummmmm! Riquísimo! sin
que nadie haya preguntado, que la gente se lo coma sin más, o que en su mayoría
digan que no tenían demasiado apetito y por eso han dejado parte de la tajada
que les correspondía en el plato.
Algo
parecido le sucede a este pastel de piña, que hemos reinventado, fusionado,
modificado, interpretado, elaborado con versiones de diferentes tartas
conocidas.
Está hecha a base de harina, azúcar, huevos, mantequilla, piña y harina de pistachos y almendras. Con tanto fruto seco, hay que consumirla con moderación, pero no empalaga, pues no es demasiado azucarada y la fruta le da un toque de frescor y jugosidad muy agradables. Está entre las candidatas a ser servidas en la próxima temporada, aunque sea con frutas diferentes.
un poco más de horno no le estorbaría. |
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