"Es necesario haber nacido
en una sociedad civilizada para tener la paciencia de vivir en ella
toda la vida y no sentir nunca el deseo de alejarse de esa esfera de
convenciones penosas, de venenosas mentiras consagradas por el uso,
de ambiciones enfermizas, de estrecho sectarismo, de diversas formas
de falta de sinceridad, en una palabra, de toda la vanidad de
vanidades que hiela el corazón, corrompe la inteligencia, y con tan
poca razón se llama vida civilizada. He nacido y me he criado fuera
de esa sociedad, y por tal motivo no puedo aceptar su cultura a
fuertes dosis, sin experimentar enseguida la necesidad de salir de su
cuadro y olvidar las complicaciones múltiples, los refinamientos
enfermizos de tal existencia.
En el campo se aburre
uno tanto como entre las gentes civilizadas. Lo mejor es irse por las
callejuelas miserables de las ciudades, donde, si todo es sucio, es
al mismo tiempo sincero y sencillo; o bien, pasear por campos y
caminos, lo cual siempre resulta interesante, refresca moralmente, y
no exige otros medios de transporte que unas buenas piernas."
Los vagabundos.
Maxim Gorki
No existen motivos, a
priori, para condenar al olvido ciertos modelos de sociedad. No va
desencaminado Gorki al señalar el atosigamiento que puede llegar a
producir, a cierta altura, los convencionalismos de la sociedad
urbana en los que la mayoría de la gente de este mundo vive. Otros
no se autocondenan, eligen esa “civilización” para desarrollar
su modelo de vida y lo hacen por gusto. A saber dónde se meten o con
quién se relacionan para soportarlo!
No seamos pesimistas,
tampoco la civilización -en términos gorkianos- requiere
sectarismo, o cinismo, pero es cierto que a fuertes dosis,
puede acabar agotando.
A mi, con 43 tacos, me ha
empezado a agotar, aunque a veces la necesite.
El campo tampoco es un
paraíso de valores y de buenas intenciones, ni mucho menos! Se le
achaca el aburrimiento como principal inconveniente y puede que sea
cierto, pero no siempre. La ciudad también es aburrida, es
repetitiva, es un sin-fin de intenciones absurdas, programadas y
disfrazadas que nos atrapa en una posición de la escala y nos obliga
-cuando ya no se soporta- a escapar, cobijándonos en nuestro nicho
particular o ahuyentándonos por una temporada, fuera de toda su
influencia humana.
No habrá una forma de
vida en la que, tangencialmente, uno pueda asomarse a ambos modelos,
de manera no vinculante? Así, la realidad se convertiría en mero
escaparate y uno en observador y juez -para sí mismo- de todo lo que
ve u oye. Al fin y al cabo, las cosas son lo que uno piensa de
ellas.
La solución que Gorki
nos relata nos parece un tanto escapista e incluso cobarde. ¿De qué
vas a vivir tú, chaval? En algún momento tendrás que representar,
pertenecer; será necesaria tu valoración e intromisión, aunque se
te encoja el corazón y sientas ganas de trocearte a ti mismo.
No sirve tan solo pasear
por callejuelas miserables o por campos y caminos en los que a tus
propios pensamientos, todo discurra natural, sencilla y sinceramente,
porque ésa es otra falsedad, tan ridícula como la de pensar que la
sociedad civilizada sea, por definición, enfermiza y sectaria,
aunque se tengan motivos para creerlo.
En el campo hay menos
gente, por eso a ciertos individuos se les hace más llevadera la
existencia y como somos menos, las dificultades de relación
decrecen. No estás tan atrapado -quizás- en la red de las mentiras,
de las ambiciones, de las vanidades, del sectarismo y del
refinamiento. Es todo un poco más inocente y simple, pero igual de
justo o injusto. Existen el bien y el mal, que varía en su
calibración-como en todas partes- y aquí sí, sólo existe un
modelo a adquirir. O lo tomas o lo dejas, porque todo lo demás,
parece convertirse en un paseo virtual de retiro pasajero para tu
hartazgo personal … aunque haya momentos para la genialidad.
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