De
todos los pescados que existen, podría decirse que la merluza sea de los más
conocidos, los más cocinados y uno de los más consumidos por la mayoría de los
hogares en occidente. Incluso en inglés existe, aparte del hiperónimo fish, un
sustantivo para ella solita: hake.
Fresca
o congelada, es producto casi obligado en cualquier pescadería que se
precie, además de ser habitual su exposición en establecimientos de venta de
material congelado que tanto proliferan en nuestros días. En ellos se presentan
las colas enteras o en rodajas cortadas
con serrucho, casi siempre en diagonal. No es la merluza, precisamente, un
pescado que se preste a la congelación sin que -aunque el proceso de descongelado
sea el correcto- no pierda gran parte de su atractivo original, tanto en la
textura como en el sabor.
La
preparación más habitual suele ser rebozada, con sal, una capa de harina y otra de huevo batido. Eso lo sabe todo el mundo, pero aunque parezca sencillo
este proceso, tiene cierta complicación conseguir el punto en la melosidad y fritura, y se nota mucho la diferencia con respecto a la alpargata encogida sin presencia de cualquier tipo.
Otra
de las formas habituales de elaborarla por aquí, evidentemente, es a la gallega, con sofrito de ajo y
pimentón que tanto gusta, en general.
Esta
vez apetecía prepararla de forma diferente y la forma elegida fue rellena, de gambas
y huevo cocido cortado en finas ruedas, y al horno.
Aunque
la merluza sea muy suave y quizá no el producto preferido de los sibaritas
del pescado de las cofradías de por aquí,
siempre es un bocado agradable incluso para una ocasión especial.
Unos minutos en el horno y será comestible |
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